Friday, July 29, 2005

La ciencia en México hoy y mañana

Su desarrollo no fue idea del gobierno, sino de la comunidad científica, aseguró
Desarrollo de la ciencia en México, mérito de
la universidad pública: Ruy Pérez Tamayo

El gasto en ciencia del país es más elocuente que los discursos oficiales: en el 2000, México destinó apenas el 0.37 del PIB (PIB) y es el que menos recursos destina a la ciencia de entre los 29 países que conforman la OCDE, explicó

Crece la importancia de la sociedad civil y la clase media universitarias para empujar el desarrollo; la ciencia seguirá creciendo a pesar del abandono del gobierno, así que la historia y el destino de nuestro país está en nuestras manos, advirtió

Edgar Onofre

El desarrollo de la ciencia en México no es mérito del gobierno, sino de las comunidades científicas y académicas de las universidades públicas del país: ninguno de los episodios importantes de la ciencia y la tecnología fue idea del gobierno, sino de la comunidad científica, aseguró el investigador y profesor emérito de la UNAM y el Colegio de México, Ruy Pérez Tamayo, durante la conferencia con que la Universidad Veracruzana (UV) estableció este jueves la cátedra extraordinaria que, en adelante, llevará el nombre del científico.
Luego de que la cátedra extraordinaria fue establecida por autoridades de la UV, encabezadas por el rector Raúl Arias Lovillo, Pérez Tamayo realizó un diagnóstico de la ciencia mexicana a finales del siglo XX, además de que adelantó tres posibles escenarios para el futuro del desarrollo científico y el desarrollo tecnológico, durante el cual enfatizó que la ciencia mexicana pudo consolidarse en la segunda mitad del siglo XX incluso frente a la indiferencia – e incluso hostilidad– del Estado: “La ciencia en México se desarrolló y ha crecido a pesar, y muchas veces en contra, del abandono y desinterés histórico del gobierno, y siempre alentada por las comunidades académicas y científicas de las universidades públicas”, dijo.
Como parte de la primera conferencia dictada en el marco de la cátedra “Ruy Pérez Tamayo”, el titular de la misma dio a conocer su diagnóstico de la ciencia mexicana, durante el cual destacó que a finales del siglo XX la población mexicana ascendía a 100 millones de habitantes y el número de científicos registrados en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) apenas era de seis mil 500, es decir, que existían 0.65 científicos por habitante. “Pero si tomamos en cuenta sólo a la población económicamente activa (PEA), teníamos cinco científicos por PEA, frente a 68 que contaba Suecia o 70 de los Estados Unidos”, explicó.
Sin embargo, aunque Pérez Tamayo señaló que el porcentaje de científicos por habitante en México debería ser mayor, también destacó que es imposible el desarrollo de cuadros científicos sin aportar mayores recursos para tal efecto y se declaró “convencido de que la ciencia puede enfrentar los mayores retos del país si cuenta con los recursos para hacerlo, aunque de esta manera no sólo sería posible ofrecer soluciones a los problemas más importantes, sino que la ciencia estaría en condiciones de generar el efecto positivo que tiene sobre los hombres que conocen su entorno”.
Además, dio a conocer que el crecimiento de la ciencia mexicana ha sido generado por las universidades públicas en un 98 por ciento, que es el porcentaje que conforman las instituciones de educación superior de carácter público en el Padrón de Excelencia del Conacyt. Resaltó que mientras que en 2000 nuestro país doctoró a mil 109 especialistas, España lo hizo con cinco mil, Brasil con seis mil 600 y Estados Unidos con 45 mil, además de que también hizo hincapié en que no es mucha la motivación que ofrece la ciencia para que los jóvenes del país aspiren a convertirse en científicos, toda vez que es un oficio “mal remunerado, sin prestigio social, impactado constantemente por decisiones políticas y administraciones ignorantes”.
“El país no podía dar empleos a más investigadores, ni crear más plazas o institutos. La Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) fue la última universidad pública creada por el Estado, mientras que las universidades privadas se multiplicaron, aunque para ellas la ciencia y la tecnología es apenas importante. En el año 2000, no había posibilidades reales de crecer, no por falta de capacidad de los científicos, sino porque la sociedad y el gobierno no querían”, explicó.
Asimismo, destacó que el gasto en ciencia apenas ascendió al 0.37 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del país y aseguró que “el gasto es más elocuente y revelador que los discursos oficiales sobre ciencia y tecnología”, además de que dio a conocer que México es el país que menos recursos destina a la ciencia de entre los 29 que conforman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
No obstante, reconoció que el país ha registrado crecimiento en el área de la ciencia, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, a pesar de que el gobierno mostró interés en la materia hasta la década de los 70: “La comunidad científica sobrevivió y se mantuvo promoviendo que el conocimiento de la realidad que nos circunda aporta mucho al desarrollo de la sociedad mexicana. Los países desarrollados se distinguen de los subdesarrollados por sus niveles de ciencia y tecnología, pero a México le ha tomado 50 años abrir los ojos”, añadió.

La responsabilidad está en nuestras manos, no en el gobierno, dijo
Luego de que el rector de la UV, Raúl Arias Lovillo, al establecer la cátedra que lleva el nombre de Pérez Tamayo, aseguró que esta casa de estudios comparte la apuesta por el conocimiento y la crítica científica que han distinguido la trayectoria del patólogo, éste adelantó tres posibles escenarios para la ciencia en México, en el último de los cuales resaltó la importancia de la sociedad civil en el progreso de la ciencia y aseguró que “el desarrollo, la historia y el destino del país está en nuestras manos”.
En el primero de los escenarios, al que denominó pesimista, planteó que el estancamiento de la economía seguirá reduciendo la inversión en ciencia y el discurso oficial hablará de prioridades para el país, mientras que también se reducirán el número de becas y plazas para los científicos. Al mismo tiempo, lo harán las matrículas estudiantiles en los campos de la ciencia y los investigadores que existen irán envejeciendo hasta reducir su de por sí restringido número, de igual forma que la excelencia académica se verá menguada.
En el segundo, el optimista, un poco en tono irónico, adelantó que los legisladores aprobarán reformas estructurales, aumentarán las exportaciones y el Estado atenderá las demandas sociales, mientras que el denominado “bono demográfico” (formado por jóvenes de entre 14 y 18 años) será capacitado y educado de manera tal que la ciencia y la tecnología se verán reforzadas. Habrá también, dijo, un proyecto nacional de largo plazo protegido por las leyes y la ciencia será primordial para la sociedad, los sueldos de los científicos y su prestigio social llegarán a ser como el de las estrellas del futbol y en dos generaciones México llegará a ser una nación importante: “Sin embargo, el problema es que la mayor parte de este esfuerzo corresponde al gobierno que en todo el siglo XX no mostró ningún interés en realizarlo”, acotó.
En el tercero de los escenarios, al que llamó realista, aseguró que la ciencia y la tecnología seguirán desarrollándose gracias al empuje de la sociedad civil y la clase media, que conforman el sector educado de la nación, según explicó. “Entre universitarios, la gente con más información y educación, la idea de que la ciencia beneficia al país está presente. De seguir así, la sociedad tendrá mayor influencia en las decisiones del país y la ciencia seguirá creciendo a pesar del abandono del gobierno. Suena muy remoto que el gobierno apoye a la ciencia y la tecnología, así que la historia y el destino de nuestro país está en nuestras manos”, advirtió.

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