Marta Sahagún. Cambio de Piel
Marta Sahagún. Cambio de Piel
Rubén Calatayud
A medida que avanza el sexenio arrecian las críticas contra el presidente Fox y su señora esposa. Recientemente la tormenta se ha echado encima de la señora Sahagún de Fox, de quien se afirma que ha gastado demasiado en ropas y perifollos; se dan números.Por otro lado, hay también defensores de la pareja Fox; legisladores que, con números también, explican que cada año se ha ido recortando el presupuesto de gastos de la presidencia. Vaya usted a saber.Todavía falta sexto año, cuando el poder presidencial ha menguado y los ataques van a ser feroces, unos por interés, otros por envidia, por hablar mal de los Fox, etc.Lo peor ha sido que la señora y el señor se han puesto a desmentir lo que llaman falsos ataques y, en un afán de demostrar lo contrario, doña Marta se ha desprendido de una treintena de vestidos, no sé si para ponerlos en venta de garage o para regalarlos. Aunque uno no quisiera decirlo por no echar más lumbre a la hoguera, ese cambio de piel también dará pie a la crítica feroz de los gratuitos enemigos. ¿Se tratará acaso de que la señora haya querido limpiar un poco su closet?Lo que si es verdad que desde hace muchos sexenios, las figuras de los mandatarios son las de un figurín. Don Lázaro Cárdenas, incansable viajero, sí tenía sus pantalones bombachos, sin raya, debido a que montaba a caballo, caminaba y se mojaba con la lluvia con frecuencia.Pero lo que es los demás, parecían entrenar por lo menos dos veces al día.Las primeras damas, por lo general vestían con decencia y con algo de elegancia, a excepción de Carmen Romano de JLP, muy dada a la ropa lucidora, a sus valiosas joyas; también la señora Ocelli de Salinas, mientras no se separaba de su marido y aparecía en los actos públicos, denotando su buen gusto y por la ropa y la gente observaba cómo se surtía en las más exclusivas tiendas de la ciudad capital.Los varones poco nos fijamos en los pormenores de las ropas presidenciales pero las damas sí hablaban de que la señora Marta tenía, aparte de la ropa elegante y cara, joyas de muy alto valor, collar de esmeraldas, aretes de diamantes, etc.La cosa no es para espantar a nadie; en primer lugar, porque la corrupción somos todos; nosotros los críticos y sus esposas, haríamos lo mismo si nos pusieran en donde hay; eso es humano y hoy cualquiera puede rendirse a ese tipo de tentaciones. Entonces se está hablando de pura envidia. Es tan grande el peso de ese alto puesto público que el poder transforma a la gente, por muy juiciosa y prudente que sea; no somos santos sino simplemente humanos y cualesquiera nos rendimos ante las tentaciones.
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